Presentación del proyecto


Solo desde el reconocimiento de la unidad de la familia humana, de su dignidad, nace el respeto y el sentido de fraternidad universal. Tenemos la firme convicción de que desde la diversidad podemos trabajar por la unidad. Y es en el esfuerzo activo hacia el bien común donde nacen iniciativas como esta.

Queremos abordar la necesidad de proclamar la universalidad de valores éticos que, respetando la multiculturalidad, trasciendan los propios valores epocales y converjan en unos principios comunes inherentes a todo ser humano, más allá de su raza, cultura o credo.
También queremos ahondar en el hecho de que la opción ética no es una opción más, sino la única capaz de dar a la sociedad una sostenibilidad en la paz y la dignidad humana. Sin ella, ni sistemas sociales, ni económicos, ni avances científicos ni tecnológicos garantizan la concordia ni un auténtico desarrollo de los pueblos de la Tierra.
Una vez más, el propio ser humano es el protagonista, pues solo desde él se puede articular una auténtica transformación de la sociedad… y urge un profundo cambio.
Este proyecto ha nacido desde el denominador común de varias personas y organizaciones de diversos ámbitos, comprometidas a fortalecer a las sociedades de nuestro tiempo en valores permanentes, en conocimientos y actitudes que hagan mejores a los seres humanos y, por ende, a las estructuras que construimos y manejamos.
A través de esta red promoveremos encuentros y foros internacionales; reuniremos investigaciones y aportes de especialistas de todo el mundo, y servirá para divulgar diversos puntos de vista que puedan enriquecer el objetivo de ir definiendo las bases de una ética universal.
La "Declaración de principios en torno a una ética universal" intenta recoger adhesiones con el fin de que se promueva un reconocimiento de valores comunes que permitan un acercamiento y concordia entre los pueblos.
Te invito a sumarte a esta humilde pero ilusionada iniciativa.
Miguel Ángel Padilla, coordinador del proyecto

DECLARACION DE PRINCIPIOS EN TORNO A UNA ETICA UNIVERSAL.


Es un hecho constatable que, paralelamente a una gran transformación de las sociedades actuales, se está produciendo también la deshumanización de las mismas, una de las principales causas de los grandes problemas de la humanidad. Esto lleva aparejados una gran miseria moral y un vacío de valores éticos, que, además de ser fuente de fanatismos e ignorancias, son causa también de la miseria física, la intolerancia y el declive social, cultural y, finalmente, económico.
Como se reconoce en la introducción a la carta de constitución de la UNESCO: “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
Urge, en consecuencia, el fortalecimiento de valores éticos en todos los órdenes en que se articula nuestro mundo actual, desde la convivencia social a las estructuras educativas, profesionales, políticas, económicas, etc.
Afirmamos la existencia de unos principios éticos universales, que nacen del reconocimiento de la dignidad humana y de la necesidad de su pleno desarrollo en convivencia, en armonía y en paz.
Se trata de valores universales que, respetando la diversidad, la multi-culturalidad, las creencias y las religiones, trasciendan los propios valores culturales y confluyan en unos principios comunes inherentes a todo ser humano, más allá de su raza, cultura o credo.
Por ello, ningún sistema político, social o religioso debe suplantar la autoridad de dichos valores en la conciencia de cada individuo.
Entendemos los valores éticos como aquellos que producen un bien moral, es decir, que respetan, mejoran y perfeccionan la condición humana. Esta aspiración hacia lo mejor ha ido desarrollando en los diversos marcos históricos y culturales diferentes normas morales. Pero cuando estas normas se desarraigan de la esencia de los valores éticos profundos que les dieron nacimiento, se vuelven rígidas cual una cáscara vacía y contrarias al fin para el que nacieron.
El bien común ha de ser la meta más elevada, una meta que no anule al individuo, sino que lo potencie, pero que no permita que ese bien común sea vulnerado por los intereses individuales de unos pocos.
No habrá paz ni justicia social sin una ética individual, especialmente arraigada en el comportamiento personal de los responsables sociales, políticos, económicos, etc.
Los estamentos sociales han de dotarse de valores éticos sólidos, que fortalezcan sus fines de servicio a las naciones. Todas las estructuras sociales (medios de comunicación, organizaciones empresariales, instituciones públicas y privadas, organizaciones políticas, religiosas, educativas, etc.) están constituidas por personas que, más allá de los códigos deontológicos corporativos, deben vivir una ética individual como la más firme garantía de justicia social.
La práctica habitual de las virtudes éticas hace al hombre moral, favorece la convivencia y la justicia y dispone hacia la felicidad. Esas virtudes éticas son, por ello, los principales soportes de una sociedad justa, libre y solidaria.
La vivencia de los valores se refuerza con un sentido profundo y no superficial de la cultura.
La ignorancia, el embrutecimiento y el fanatismo no favorecen el florecer de los valores éticos.
Necesitamos, por tanto, una educación y una cultura humanísticas que refuercen y confirmen los valores humanos y las características que hagan crecer lo mejor del género humano, que nos permitan saber todo aquello que favorece el sano desenvolvimiento de las facultades del hombre, desde lo físico hasta lo emocional y lo mental.
Pensamos que la educación debe servir al desarrollo del individuo y no a los intereses económicos predominantes.
Pensamos que es necesario fomentar la cultura como un conocimiento global, como una experiencia profunda de la humanidad que recoja su historia, sus logros, sus errores, expresados en el conjunto de sus valores permanentes, conocimientos científicos, creencias y experiencias, que van siendo acumuladas generación tras generación.
El desarrollo de los valores ha de promoverse de forma conjunta y complementaria, pues es desde la armonía e integración de diferentes valores como se puede garantizar una ética sin extremismos deformantes que pierdan de vista la globalidad del ser humano.
Una vez más, queremos repetir la idea de que es desde una ética sólida individual desde donde se puede construir una justicia y una convivencia social.
VIVIR Y FOMENTAR EL DESARROLLO DE LOS VALORES UNIVERSALES
Aunque son muchos los valores que podríamos reconocer como universales, desde esta plataforma queremos resaltar como punto de partida una serie de valores esenciales, valores universales con los que los abajo firmantes nos comprometemos en el esfuerzo por vivirlos personalmente y promoverlos colectivamente.
.- Amor a la verdad y al conocimiento.
Es necesario desarrollar y vivir el amor a la verdad y el conocimiento como una aspiración natural más allá del entorno cultural y religioso.
El amor a la verdad parte de la legítima aspiración por desarrollar el propio discernimiento y comprensión del mundo y de uno mismo.
.- La honestidad y la integridad personal.
El mundo necesita que los seres humanos vivamos con honestidad, con coherencia con nuestros propios principios y nuestro sentido del bien y la justicia, esa unidad entre pensamiento, sentimiento y acción que se manifiesta como sinceridad y fortaleza moral para no dejarse arrastrar por las oportunidades de corrupción que se nos presentan.
Solo la honestidad produce ejemplo, y el ejemplo es el imprescindible motor de la transmisión de valores y de la confianza en los poderes públicos representados en sus responsables.
.- Bondad y amor.
La bondad y el amor son el nexo que hace posible la concordia y la unión entre los seres. Los hombres y mujeres necesitamos fomentar esa predisposición constante hacia el bien, que se nutre del inegoísmo y busca lo mejor para los demás.
Quien posee bondad de corazón no pretende beneficios ni éxitos personales a costa del perjuicio de los demás.
.- La sensibilidad hacia la belleza.
La sensibilidad estética despierta en el ser humano resonancias hacia el bien, la armonía y el discernimiento. Si la ética la podemos entender como belleza interior, debemos también propiciar la belleza en lo que nos rodea. Belleza exterior e interior deben ir unidas.
Por ello, pensamos que el arte, como instrumento civilizatorio, puede contribuir a la creación de espacios, entornos y manifestaciones culturales que fomenten lo mejor del ser humano. Pero es necesario que el arte camine de la mano de la creatividad y la belleza y no de la mano del mercantilismo.
.- Respeto por el medio ambiente y la vida en general.
El ser humano está integrado en la Naturaleza. Forma parte de su maravillosa manifestación de vida.
No podemos entender la Tierra, los mares, los árboles ni los animales como meros objetos a nuestro servicio.
Todo perjuicio que hagamos a este maravilloso sistema de la Naturaleza, además de ser un atentado contra la vida, acabará recayendo sobre nosotros.
El respeto a la vida, al medio ambiente y a su necesario equilibrio es el fruto natural de entender la unidad sustancial de la vida, y al hombre como parte de ella.
.- Sentido de la vida y trascendencia espiritual.
Ya sea desde la fe, desde la ética o desde la filosofía, cuando el hombre reconoce su dimensión profunda o espiritual como parte de sí mismo, así como una dimensión profunda en el universo que le da sentido, llámese Dios, Causa o Esencia, esta otorga un sentido a la vida donde los valores y cualidades éticas adquieren una mayor relevancia en nuestro propio desarrollo y el de la humanidad.
Este motor espiritual unido a los demás valores de discernimiento, amor a la verdad, compromiso social y bondad, ha movido y puede seguir moviendo el desarrollo de la humanidad en todos los órdenes de la vida, desde el progreso material hasta el intelectual y moral.
.- Sentido de la justicia asentado en un gran humanismo.
Se ha definido la justicia como dar a cada cual lo que corresponde según su naturaleza y sus actos. Entendemos que ese sentido de la justicia se expresa como equilibrio y armonía, que contempla siempre todas las necesidades de los seres humanos y la distribución equitativa de oportunidades, a la vez que respeta el derecho a progresar gracias al propio esfuerzo.
Los intereses particulares de las naciones, los intereses de partido, los intereses económicos, etc., no pueden suplantar a la verdadera justicia social promoviendo leyes que vulneren los derechos humanos y el derecho esencial al desarrollo en dignidad como persona.
Insistimos, una vez más, en que no habrá justicia social sin una afirmada ética individual.
.- Responsabilidad y sentido del deber.
Debemos valorar la responsabilidad y el sentido del deber entendidos como expresión del individuo comprometido en desarrollar y aportar lo mejor de sí mismo, como base de su realización personal y de su servicio al bien común.
.- Fraternidad universal.
Creemos necesario entender el vínculo y unidad esencial existente entre todos los seres humanos más allá de sus razas, creencias y condiciones sociales; entender la humanidad como una gran familia donde debe reinar la paz, el entendimiento y la solidaridad.
El espíritu de fraternidad se apoya en el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, de su libertad para elegir su vida y sus creencias en el marco natural de respeto a los valores universales y los derechos humanos.
.- Tolerancia activa.
En este sentido, baste reflejar las palabras recogidas en la “declaración de principios sobre la tolerancia” de la 28 reunión de la Conferencia General de la UNESCO, en París, el 25 de octubre de 1995:
“La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz…
…Tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales…
…Supone el rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos”.
.- Compromiso social.
Consideramos necesario un compromiso social que sea el natural resultado del espíritu de fraternidad, de la bondad y del sentido de la justicia. El bien común es fruto del compromiso individual de aquellos que hacen suyos los ideales de progreso de la humanidad.
Los valores civilizadores expresados en el arte, la ciencia, la religión y la política solo pueden ser fruto de un esfuerzo de los individuos por desarrollar y poner en común lo mejor de la humanidad. Deben también reflejar su aspiración hacia los altos valores que anhelamos.
Cuando la ciencia busca la verdad y el conocimiento; la espiritualidad y la religión, la bondad y el amor; el arte, la belleza; y la política, la justicia, se puede lograr una armonía insospechada que nos conduzca a forjar sólidamente un mundo mejor.
Un mundo mejor es posible desde el esfuerzo individual inspirado por unos profundos valores universales
Los abajo firmantes nos comprometemos en el esfuerzo por vivir lo expuesto en esta declaración personalmente, y en promover su contenido en la sociedad.





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Juan Manuel de Faramiñán Gilbert.
Catedrático de Derecho Internacional Público y director del Observatorio de la Globalización de la Universidad de Jaén.

Carlos Espinosa Manso.
Inspector de Educación en Málaga

Miguel Ángel Padilla.
Filósofo, Dir. de la Organización Internacional Nueva Acrópolis en Málaga

María Dolores Fernández Fígares.
Doctora en Antropología, profesora de periodismo.

Lorenzo Rodríguez de la Peña.
Presidente de la Asoc. UNESCO para la promoción del diálogo intercultural e interreligioso en Málaga (AUNESCOPRODI)

Harry Costin.
Doctor of Business Administration, profesor de ética empresarial de la Universidad Americana de París

Antonio Requena.
Vicepresidente de AUNESCOPRODI y presidente de la Federación Española de Yoga y Yoguismo

Carolina Mazias
Abogada y presidenta de la Asoc. Málaga Inserta

Miguel Artola Molleman.
Escritor-investigador y Prof. de Historia

Alfonso Villegas Lerma.
Presidente de la Asociación de Escritores de Málaga

Angelina Molina López.
Coordinadora nacional del grupo de voluntariado GEA

Diego Ceano.
Escritor, presidente de la Asoc. Academia de Artes y Letras Sta. M.ª de la Victoria de Málaga

Carlos Roldán.
Abogado, Dr. en Filosofía y director de teatro.

Gabriel Paredes Chávez.
Gerente General Human Group, miembro de número de la Asociación Iberoamericana de Derecho Laboral
Ignacio Ballesteros Menéndez.
Ingeniero informático y director del Instituto de Artes Marciales Filosóficas Bodhidharma en Málaga.
Dr. Antonio Alzina Forteza
Fundador y Director Internacional del Centro Seraphis de Nueva medicina





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LA ÉTICA COMO FACTOR DE DESARROLLO Y PROGRESO

 

Importancia de la ética en el desarrollo individual y colectivo.

Desde que nació la Red de Ética Universal somos muchas las personas, grupos e instituciones que trabajamos para poner de relieve, que el fortalecimiento de los valores éticos en nuestro mundo actual es esencial, si queremos un verdadero desarrollo, un desarrollo donde el protagonista sea el ser humano, su dignidad, su realización como persona, y la convivencia cómo su consecuencia natural.

Ante los problemas y desafíos de nuestro tiempo, desafíos tanto colectivos como individuales, la opción ética no es una opción más, sino, muy probablemente, la única capaz de dar a la sociedad una estabilidad y verdadera prosperidad.

Sin ella, sin la ética, ni sistemas sociales ni económicos, ni avances tecnológicos ni científicos, garantizan la concordia y el auténtico desarrollo de los pueblos de la tierra.

No podemos confundir el desarrollo y progreso social únicamente con el crecimiento económico y el avance tecnológico, pues estos son medios al servicio de la comunidad humana. Hace falta que se dé también un desarrollo de la calidad de la condición de los seres humanos en todos sus ámbitos, morales, culturales, éticos, de convivencia…

La calidad de las sociedades, por tanto, no depende únicamente de la calidad de los sistemas de los que se dota sino, y fundamentalmente, de la calidad humana de los individuos que en ella conviven, se relacionan y la gestionan.

Es sencillo: solo una cultura y valores personales propicia el progreso y la convivencia social. Solo una ética individual puede dar nacimiento a la convivencia social.

Sí, es cierto que en nuestras sociedades actuales se incide mucho en lo que podríamos llamar valores de convivencia tales como la solidaridad, la tolerancia, la libertad etc. pero si olvidamos la piedra angular que da vida a todo ello, que da vida a los sistemas, a las costumbres, a las leyes, a la sociedad en su conjunto, nada se logrará. Y me refiero a la piedra angular que es el individuo, y por lo tanto a la necesidad de desarrollar lo mejor de la condición humana en cada uno de nosotros, de nuestro potencial extraordinario, que no es solo intelectual y de diversas habilidades, sino moral y de valores internos.

Solo un ser humano mejor puede hacer un mundo mejor. Esa es la simple pero difícil fórmula.


Me gustaría ejemplificar la importancia de lo que estoy planteando con esta nuez.

 

     Si yo les preguntará ¿qué es esto? (SE MUESTRA UNA NUEZ)

Obviamente dirían: ¡una nuez, se ve claramente!

Pero raras veces nos detenemos a observar el misterio de la naturaleza que esconde.

Esta nuez es un árbol, un nogal en potencia, y aún más allá… es un bosque.

Es una semilla de algo que será muy grande.

 

Pues bien, todos tenemos un inmenso potencial en nuestro interior a modo de semillas esperando a ser realizado. Se trata de asumir el liderazgo de nuestra propia vida y conducirlo hacia lo que nos realiza más como seres humanos.

 

En nosotros hay algo más que la mediocridad en la que a veces ahogamos nuestra vida, y no me refiero a las circunstancias ni precarios medios que podemos poseer, sino a que en todos hay una gran fortaleza interior y unos valores que esperan ser realizados y que, sin duda, suponen la mayor fuente de felicidad personal que podemos alcanzar.

 

¿Qué es triunfar en la vida? ¿qué es la calidad de vida, esa ansiada felicidad, sino la realización de nosotros mismos.?

 

Cualquiera de nosotros, a lo largo de su vida, ha podido comprobar como todos tenemos actitudes y cualidades que nos elevan en nuestra condición humana, y, por el contrario, otras que nos rebajan hacia lo peor de nosotros mismos.

Es desde esas actitudes y valores superiores desde donde se constituyen nuestras fortalezas para afrontar la adversidad, y es ,gracias a ellas, que también vivimos los más bellos y enriquecedores momentos.

Entusiasmo, empatía, serenidad, discernimiento, amor, orden, sentido de la justicia, voluntad, honestidad, concordia...

 

Pero si hay unos valores potenciales en todo ser humano que cuando se desarrollan armónicamente pueden transformar la vida, esos son el esfuerzo, la bondad y el discernimiento. Valores que también podríamos expresarlos siguiendo las viejas enseñanzas de los filósofos clásicos como la voluntad, el amor y la inteligencia.

Una fórmula triple indisoluble que da al ser humano una naturaleza completa, íntegra, capaz de afrontar todos los retos y adversidades de la vida transformándolos en oportunidades de crecimiento.


Voluntad, Amor e inteligencia.

El amor como la fuerza de unidad entre todos los seres humanos, motor de las acciones que buscan el bien de nuestros semejantes.

Inteligencia como el discernimiento que nos permita reconocer lo esencial de lo secundario, las causas de los efectos, y comprender las profundas leyes de la vida para trabajar en armonía con ella. Y voluntad como el impulso de realización que nos lleve a ser actores y no espectadores, a llevar a cabo nuestros sueños y nuestras buenas intenciones, salvando todas las dificultades. 

Pero, como me enseñará mi entrañable maestro de filosofía el profesor Jorge Ángel Livraga, es importante que se den las 3 cualidades de forma armónica, pues si faltase alguna se producirían graves consecuencias. Así, si tenemos amor y voluntad, pero no inteligencia, a pesar de nuestras buenas intenciones, podríamos hacer mucho daño; si faltase la voluntad, aunque tuviéramos amor e inteligencia, nunca pasaríamos de ser personas cómodas que poco aplican lo que creen válido y pretenden que otros realicen el esfuerzo; más si teniendo voluntad e inteligencia nos faltase amor nos tornaríamos en personas egoístas y manipuladoras, por desgracia algo que abunda mucho en nuestro mundo.

Es necesario, pues, el desarrollo de las tres cualidades de forma equilibrada para que nuestras semillas den frutos sanos y fuertes, que hagan posible el prodigio de nuestra propia realización y la construccion de la convivencia

¡Cuánto se asemeja esto aquella vieja fórmula del hombre de bien, aquel que actúa con buena voluntad y eficacia!

 

Vuelvo al origen.

Todos guardamos un maravilloso potencial de valores y fortalezas que esperan ser realizadas. Los valores éticos juegan un papel esencial en este desarrollo de nosotros mismos y de la prosperidad de las sociedades. Son el puntal, la piedra angular sobre la que se edifica la felicidad personal y la gran Concordia. 


Miguel Angel Padilla Moreno